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Los extraños deseos de una joven




Ella quiere vivir una vida desenfrenada, quiere salir a conocer el mundo, probar todos los platillos y aperitivos, todos los cigarrillos y drogas existentes, todos los placeres mundanos que este siglo le puede ofrecer; sin embargo, solo los quiere probar una vez, vivirlos y extasiarse en ellos solo una vez. Conocer otras clases de amores, de aquellos que carecen lógica y en los que se usan todos los sentidos, romper todos los parámetros y  reglas que se le imponen a una “chica decente”.  Esto se lo dijo a sí misma mientras barría la entrada de su hogar, esperando que su madre y su padre volvieran de trabajar. – Si lo cumplo tendré cuidado – se dijo, imaginando los viajes, las amistades y los amores que tendría – No terminaré con el corazón roto, porque no se lo daré a nadie. 

A sus 15 años tenía notas sobresalientes, le iba bien. Tenía problemas haciendo nuevas amistades, mas no era tímida. Sus amigos la conocían como una persona desenvuelta, aunque un poco callada. En el amor le fue mal, tan animada y risueña como era le ponía mucha emoción al romance y terminaba por enamorarse con facilidad. Algunos no la amaron, la usaron para olvidar sus penas, otros la adoraron y la quisieron por largo tiempo. Ante las caídas, ella lloraba a mares. Se deshacía del dolor para que la vida le siguiera pareciendo igual o más bella al día siguiente, al menos eso se decía. Pensaba de vez en cuando en su deseo, era casi un desquite a futuro, una salida a la frustración.
Ella creció, siempre estudio, mantuvo sus amistades. Todos, hombres y mujeres, siempre acudían a ella para pedir consejos de amor, tema del cual se sentía una experta cuando lo miraba de lejos. A pesar de su deseo, pensaba mucho en su vida a futuro como madre o esposa, ¿se casaría? Poco a poco se fue olvidando de su sueño, quiso encontrar un amor duradero. 

Antes de terminar el colegio, encontró a alguien que la amo con locura. Ella lo amó él también, o al menos, dentro de lo que suponía que era amor. El enamoramiento le duró meses,  el cariño otros más hasta completar el año. Gritó su amor a los 4 vientos por largo tiempo, hasta que comenzó a huir de él sin darse cuenta. Llego un punto en el que su cercanía le fue casi insoportable y, como era de esperar, luego de unas cuantas confusiones y caídas ambos decidieron terminar.
Acabó el colegio y se introdujo de lleno a la etapa universitaria, - ahora por fin lo haré -  afirmó – viviré sin preocuparme del amor. Si algún día quiero formar una familia, adoptaré – Estaba completamente segura de no querer amar a nadie, de no querer enamorarse, de solo querer vivir pasionalmente, de animarse a probar todo lo que la vida le ofreciera; en fin, de vivir el día a día tal como llegara o modificarlo como más le apeteciera. Pero, justo en aquel instante, dos ojos se asomaron a su vida. Eran enormes y tenían un bello color marrón. Aunque en realidad la tonalidad de sus ojos no importó, donde había color ella solo podía ver claridad, transparencia. Su presencia la intrigo, su cercanía la asustó un poco al inicio.

Él iba tras su amor, no tuvo que pasar mucho tiempo para que se enterara de sus pretensiones. Pero estaba concentrada en estudiar y en cumplir sus propósitos. No podía ser posible que, luego de afirmarse y prometerse cumplir su deseo, apareciera un seductor que la atrapara. Se negó. 

Momentos después de recalcarse y jurarse no enamorarse, se descubrió a sí misma observándolo. No podía evitar verle estudiar, totalmente concentrado; hasta podía admitir que su concentración la desconcentraba, la desencajaba. Paso incluso a ruborizarse cuando lo sorprendía observándola. Comenzó a dudar de sus deseos, con el pasar de los días hasta los olvidó. Los ojos de aquel joven ocupaban toda su mente. ¿Valdría la pena intentarlo una vez más?

Se hablaron, se conocieron y dieron por sentado que ambos se gustaban. ¿Qué haría ella luego de tal descubrimiento? Se golpeaba la cabeza contra su cuaderno mientras lo razonaba, - esto es un mal chiste – gritaba en sus adentros y también por su ventana. Al final, tomo su decisión cuando observo su sonrisa felina, libre de mentiras, junto a las arrugas que se formaban alrededor de sus ojos. – Desearía verle sonreír siempre – suspiro.

Él le conto todas sus vivencias de joven enamorador, le hizo mirar hasta en la última esquina de su pasado. Ella no dudo en ningún momento de su sinceridad, sabía que le hablaba con la verdad, tanto como supo cuándo otros le mintieron en el pasado. Le contó todo, aun cuando no era necesario. Él había vivido lo que ella no, vida de la cual sintió un poco de envidia – que fácil es hacer ese tipo de cosas cuando se es hombre – pensó; mas ese detalle le dejó de importar cuando aceptó sus sentimientos. Le dijo que lo amaba, lo sentía de verdad.
Este sentimiento, aunque parezca increíble, no se lo dejó de decir durante años. ¿Qué pasó después? Vivió su vida sin desenfreno de una manera que no esperaba, acompañada de quien se volvió su mejor amigo y confidente.



Qué fuerte puede ser el amor que se tiene por alguien para dejar todo atrás, para cambiar el rumbo de nuestras vidas sin dejar arrepentimientos posteriores. Pero, yo me pregunto, ¿de verdad luego no hay remordimientos? Quizá si los haya; pero quizá también, los sentimientos y vivencias futuras terminan por ser más fuertes que cualquier otro sentimiento, o al menos eso quiero creer. 

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